Abandonada por el rocío del alba olvidada del calor al mediodía prisionera en noches sin luna hendida por el tiempo detenido se desconcha la piel en arcilla seca.
Diosa de los suburbios de la noche que apareces ante mí. La flecha que escondes en el arco de tu espalda apunta a estos ojos que te miran. Ciego, aturdido, escalo por tu cuerpo sin materia, mis manos se pierden en la inmensidad del delirio, y el dragón que habita en mí, en su inconmensurable codicia, aúlla herido en el estéril viento de su fuego.