abrazar la estrella que anuncia su entrada,
estremecerla con sus pubis hasta trocarla en luna.
Ceñir su carne henchida en tus paredes de roca blanda,
tentar tu fondo de cielo negro,
despertar al grito que gime en la profundidad de sus entrañas.
Vaciarse en tu eterna belleza.
Morir en ti.
Mercedes Ridocci
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