Mis palabras acuchillaron tu única esperanza.
La sangre verde saltó sobre mí.
Temblaron en mi boca serpientes de lengua bífida.
Vibraron en mis ojos risas de Lucifer.
Un silencio homicida inundó el aire.
Horrorizada,
me arranqué los ojos, desgarré mi boca
y me enredé en tu alma inerte.
Del hueco negro de mis ojos brotaron versos degollados de un amor quebrantado.
De mi boca sin labios, manaron océanos cenicientos de envenenada pasión.
Mercedes Ridocci
Imagen: escultura “La mano izquierda” de Auguste Rodin

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